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Colombia: entre la vida y la muerte

Por Lucas Villasenin

Artículo publicado originalmente en El Destape | 23 de mayo de 2022



El liderazgo de Gustavo Petro expresa la demanda de un cambio político que ya se demostró en las calles de Colombia durante los últimos años. A finales de 2019, al igual que en Chile, un estallido social que comenzó para frenar una reforma laboral propuesta por el gobierno terminó poniendo en jaque los consensos de las élites políticas durante las últimas décadas. La marcha atrás del gobierno de Iván Duque, más que habilitar el cese de las movilizaciones, dejó lugar a que otras demandas de los trabajadores, los estudiantes y los movimientos indígenas se visibilicen aún más en las calles de las principales ciudades del país.


El ciclo de movilizaciones iniciado en 2019 no cesó en 2020 a pesar de la pandemia, los asesinatos o la represión policial. A pesar de que la gestión sanitaria por el coronavirus no está entre las principales quejas y más allá de la recuperación económica de 2021, el descontento con el gobierno se mantiene. Colombia es el segundo país más desigual de Suramérica y luego de la pandemia la cifra de pobres alcanzó a 21 millones de personas. Las movilizaciones vinieron a cuestionar los pilares de la pobreza estructural, por eso desde Gutiérrez hasta Petro en sus programas proponen alternativas. En ambos casos se intenta garantizar un ingreso básico a los 3.500.000 colombianos mayores de 65 años sin ingresos o se hace referencia al papel redistributivo del Estado para paliar la pobreza. Evidentemente, los consensos neoliberales se quebraron.


Las derechas en todas sus variantes llegan muy debilitadas al proceso electoral. Con la llegada de Uribe al gobierno en 2002 se desarmó el bipartidismo histórico que alternaba a los partidos Liberal y Conservador en el gobierno durante el siglo pasado. Desde entonces, el Centro Democrático ganó en todas las elecciones presidenciales a excepción del ballotage de 2014 cuando Juan Manuel Santos luego de romper con el partido de Uribe se impuso por estrecho margen. El rechazo al gobierno de Duque y al Centro Democrático se expresa en esta elección en tanto que el partido no se presentó a las consultas interpartidarias de marzo y tampoco presenta candidato presidencial.


Ante la incapacidad de tener un candidato propio y competitivo, los partidos tradicionales y de la derecha colombiana terminaron aglutinándose en torno a la candidatura de Fico Gutiérrez. El ex alcalde de Medellín se impuso en las interpartidarias del Equipo por Colombia y se transformó por momentos en el único candidato que podría tener posibilidades de polarizar con la potente candidatura de Petro. Pero lo que se presentaba como una oportunidad incierta en marzo cuando el uribismo explicitó su apoyo a Gutiérrez se va transformando en una derrota casi segura. En las recientes encuestas de INVAMER o de CELAG las diferencia entre ambos candidatos para la primera vuelta oscila entre el 13% y el 25% a favor de Petro. La novedad de estas últimas encuestas es que Rodolfo Hernández, un ex alcalde de Bucaramanga con un perfil de “outsider”, habría subido en intención de votos en el último mes y tendría posibilidad de superar a Fico Gutierrez.


Ante la candidatura de Petro la derecha colombiana terminó aglutinada atrás de Fico Gutiérrez, que a diferencia de Kast en Chile en lugar de expresar un voto radicalizado termina bajando varias de las banderas del uribismo. Ejemplos de ello es que ha expresado la necesidad de restablecer los vínculos con Venezuela o que respetara el acuerdo de paz firmado con las FARC en 2016 si es elegido. También entre sus propuestas se muestra la crisis de los pilares estructurales del neoliberalismo en el país cuando se deben reconocer los problemas a los que llevó la mercantilización de los fondos de pensiones, de la salud o la educación.


Mientras el bloque de poder que gobernó durante las últimas décadas no logra avanzar en sus objetivos, la campaña del Pacto Histórico lleva a Gustavo Petro y a su candidata a vicepresidenta, Francia Márquez, a muchas partes del país buscando movilizar con grandes actos. Estas concentraciones son una continuidad de los enormes actos a los que Petro convocó en 2018 y del ciclo de protestas de los últimos años. Ante los sistemáticos ataques se hace hincapié en el clivaje político entre la vida y la muerte. Por eso se trata de una campaña colorida, llena de diversidad y con discursos que emocionan evocando a una épica histórica que se concretaría con la llegada por primera vez al gobierno de una fuerza política antineoliberal.


El éxito político parcial del Pacto Histórico se centra en haber identificado antes que otras alternativas la demanda de un cambio. Pero también cuenta con grandes peligros. Estas no vienen de los tradicionales problemas electorales pues ni los escándalos mediáticos parecieran mermar la intención de voto de sus candidatos. La cantidad de fake news en contra de Petro ya son moneda corriente y como prueba de inmunidad el comando de campaña creó una página web donde se muestran más de 70 noticias falsas de los últimos meses.


Más allá de los medios de comunicación que atentan contra el triunfo de Petro, los ataques han ido escalando a otros actores del bloque de poder conservador. El general del ejército Eduardo Zapateiro intervino en el debate electoral respondiéndole a Petro cuando habló de las complicidades entre las fuerzas armadas con el narcotráfico, lo cual atenta contra la intervención de militares en campañas electorales. Mientras que la Procuradora, Margarita Cabello, suspendió de sus funciones al alcalde de Medellín, Daniel Quintero, por insinuar que votaría por Petro. El candidato del Pacto Histórico denunció esta maniobra como un “golpe de Estado” y recordó cuando fue destituido como alcalde Bogotá también por una maniobra del poder judicial.


La más peligrosa de las adversidades se hizo explícita hace pocas semanas cuando Petro debió suspender sus actos en el Eje Cafetalero (bastión del paramilitarismo y el uribismo) luego de que a su comando llegara información de posibles atentados del grupo La Coordillera. Además de los antecedentes históricos de candidatos asesinados como Eliécer Gaitán o Luis Carlos Galán, Petro en la misma campaña electoral de 2018 fue atacado en el auto que lo trasladaba desde un acto. La posibilidad de un magnicidio es real y por eso desde que se suspendieron esos actos el candidato solo hace discursos con chaleco y placas antibalas mediante.


Además de enfrentarse a sectores de las fuerzas armadas, el poder judicial y el paramilitarismo, el Pacto Histórico se enfrenta a la posibilidad concreta del fraude. Lejos de una denuncia alarmista alcanza con tener en cuenta lo sucedido en las elecciones para representantes y senadores del último marzo. Entre el conteo rápido y el conteo definitivo hubo una diferencia de más de 500.000 votos a favor del Pacto Histórico. Luego de este escándalo en contra del partido que más votos obtuvo, el Centro Democrático y autoridades del Consejo Nacional Electoral llegaron a proponer recontar los votos nuevamente lo cual carecía de legalidad.


Para ganar en primera vuelta Petro necesita más del 50% de los votos válidos. De acuerdo a las encuestas recopiladas por el informe electoral de la UNDAv y el Instituto Democracia ninguna posiciona al candidato del Pacto Histórico por arriba de la cantidad de votos necesaria (aunque no estaría tan lejos). En un país donde el voto no es obligatorio y la participación apenas alcanza a la mitad del padrón en las últimas elecciones, la capacidad de movilización puede ser la clave de un triunfo de Petro que evite el ballotage el próximo 19 de junio.

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