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Declaración PostCOVID-19: Una Alternativa Democrática


Todo momento de peligro es también un momento de esperanza. El futuro nunca ha estado escrito y su perfil expresa el resultado de las luchas. Nace del lugar donde se cruzan las herencias del pasado y sus frenos, junto a las ganas rebeldes de cambiar en el presente el mundo por parte de los que han organizado su consciencia. Las crisis siempre han sido escenarios donde se han alumbrado caminos de justicia, libertad y fraternidad, pero también han sido la ocasión que los poderosos han aprovechado para darle una vuelta más a la tuerca de las desigualdades y de la opresión.La realidad imita al arte y los escenarios que hemos visto en películas sobre catástrofes se han convertido en reales en nuestros pueblos y ciudades por culpa del invisible covid-19. Medidas que parecían imposibles en los planes delos gobernantes y los informes de los burócratas se han impuesto y preparan escenarios que pueden servir para la emancipación y para la opresión. Lamagnitud del problema es de tal envergadura que puede sentar las bases de sociedades más justas, libres y solidarias o, por el contrario, para un agravamiento del autoritarismo que aumente las desigualdades en todos sus ámbitos. El día después del coronavirus no va a emerger de la nada: va a expresar lo que ahora se vaya construyendo. Los argumentos buscarán justificar, como en otros momentos de la historia, los intereses de los pueblos y enfrente el de las élites. Hay que preparar al mundo para impulsar y aceptar los cambios necesarios para las mayorías. Para que en la discusión que vendrá más temprano que tarde, los argumentos a favor de la democracia pesen más quel os argumentos a favor de mantener las desigualdades y aumentar el autoritarismo.

POSTCOVID19 Una alternativa democrática Declaración

La crisis del coronavirus ha sido el detonante de problemas que veníamos arrastrando en nuestras sociedades globalizadas. La virulencia de esta crisis, tanto por su capacidad de contagio, su concentración en el tiempo -que colapsa hospitales y centros de salud-, como por el confinamiento en nuestras casas –una medida inmediata que puede frenar la expansión de la enfermedad-, nos sitúa en una encrucijada. En las encrucijadas, los diagnósticos son esenciales, porque es en ese cruce de caminos donde un paso en la dirección equivocada nos lleva cada vez más lejos de nuestra meta.La capacidad de contagio del covid-19 se ha expresado en cuatro ámbitos que llevan mucho tiempo caminando juntos. El paciente-cero no estaba en Wuhan, sino que ha llegado a través de unos surcos cavados desde hace mucho tiempo por el modelo neoliberal. Por su profundidad, esos surcos tienen enormes probabilidades de canalizar el momento posterior al coronavirus en una dirección repetida. Ya en crisis anteriores los poderosos hicieron promesas que se llevó el viento, un viento enrarecido que trajo, de nuevo, golpes de Estado, violencia, persecuciones y autoritarismo.La crisis del coronavirus se ha expresado, en primer lugar (1), como una crisis sanitaria, que paga el precio de la mercantilización de la salud y de la ausencia de una malla pública sólida que universalice la sanidad para que llegue a toda la ciudadanía. Igualmente, la ciencia, encarcelada en los intereses de las empresas farmacéuticas, no ha cumplido la tarea que le corresponde en sociedades democráticas.Igualmente, expresa (2) una ruptura de las garantías de las cadenas alimentarias provocada por la devastación medioambiental. La más que probable transmisión desde un mercado de animales vivos a los seres humanos tiene detrás un modelo de consumo que ha roto las barreras que la naturaleza creaba ante estos virus y que nos mantenían a salvo de su capacidad letal.Todas las últimas grandes epidemias vienen de contagios animales –SIDA,SARS, vacas locas, gripe aviar, Ébola, covid-19- y expresan un modelo alimentario sometido a la mercantilización de la alimentación: especulación en bolsas internacionales con alimentos; cadenas globales de producción y distribución de alimentos; explotación extensiva; uso de pesticidas y semillas transgénicas; consumo desmesurado de carne que provoca una agroindustria dedicada al forraje de alimentos; agrocombustibles; consumo desmesurado de agua. Y todo ello, al mismo tiempo, sin garantizar las necesidades de alimentación de la población mundial. Las pandemias prometen regresar cíclicamente, de manera que no se trata de “regresar a la normalidad”, sino de construir un modelo donde las recurrentes pandemias no conviertan al mundo en un espacio de enfermedades, miedo, mascarillas y amenazas.Esta crisis expresa también (3) una tensión entre la actividad económica basada estrictamente en la búsqueda del beneficio y el sostenimiento de la vida. No es que sea una novedad, sino que el covid-19 ha puesto en el foco las enormes dificultades que están atravesando millones de seres humanos con o sin presencia del coronavirus. Pero ha sido la emergencia del covid-19, al afectara clases medias e, incluso, sectores acomodados, lo que ha devuelto a cada ser humano su condición de tal.La tensión entre la economía y la vida es diferente según el cristal con que se mira. Por un lado hay una mirada empresarial, que llevó a algunos gobiernos–por presiones o por convencimiento- a no paralizar las actividades económicas dando prioridad a las ganancias sobre la vida. Pero por otro, aunque estén menos en el foco, hay que considerar el punto de vista de los pobres, esos sectores humildes que obtienen su alimentación cada día en la economía informal y para los que quedarse en casa no ha sido una opción al tener que escoger entre alimentarse o contaminarse. Y vale también para todas las zonas en donde falta agua potable, elemento esencial tanto para lavarse las manos como para evitar otras enfermedades que golpean a los sectores populares, como el dengue o la malaria. Esta metáfora del barco en el que todos vamos juntos nos vuelve a recordar que tenemos camarotes de primera, con todo tipo de garantías, al lado de entornos donde la vida carece de los mínimos que reclama la dignidad. Estas condiciones se empeoran en las cárceles, donde los condenados son cuerpos escogidos para morir. No es menor (4) la reflexión nacional y geopolítica a la que obliga la crisis del covid-19. Los estados nacionales se muestran insuficientes para dar una respuesta. Porque el virus traspasa las fronteras y porque la economía está tan entrelazada que la suerte de los demás ya es también la suerte de cada uno. Igualmente, el mercado global, guiado por la competencia y la lucha de todos contra todos, resucita de nuevo la guerra fría, ahora comercial de todos contra todos, donde países que debieran estar cooperando están disputando materiales que son escasos. Una última variable geopolítica tiene que ver con la pugna entre EEUU, China, Rusia y Europa, donde América Latina parece que puede ser el escenario de esta confrontación de reparto de influencias, deposiciones geo-estratégicas y de captación de recursos. El papel egoísta deEstados Unidos en la crisis, y las posiciones más cooperativas de China, Rusia oCuba, abren perspectivas geopolíticas que estaban cerradas hace unos meses.La expresión económica de la crisis hace que las desigualdades se expresen letalmente. Si bien el covid-19 afecta igual a reyes, gobernantes, millonarios y mendigos, la esperanza de vida entre zonas ricas y zonas pobres sigue siendo en algunos países de hasta 20 años. Si el virus contagia igual, la cura y la recuperación no es igual cuando se tiene acceso a atención médica que cuando se carece de ella, cuando no hay condiciones de higiene, de salud, cuando se vive en situaciones de hacinamiento y amenazados por otras muchas enfermedades. La mirada sobre el coronavirus suele ser urbana y olvida que no es igual enfrentar esta crisis con casas amplias, ventiladas y con acceso a agua, calefacción, aire acondicionado, alimentos y medicinas que cuando se carecen de esos recursos.Otro asunto que lastra a los países del Sur, tanto en América Latina como enEuropa, son las deudas que acompañan al proceso de crisis del sistema capitalista desde los años setenta. Esta espiral de la deuda imposibilita a todos estos países del Sur salir del hambre, la marginalidad, las desigualdades, la precariedad laboral y el empobrecimiento que acompañan al neoliberalismo desde hace medio siglo.

La condonación de las deudas es aún más urgente con el empobrecimiento que amenaza a los países menos desarrollados por motivo del coronavirus. De igual manera, es urgente que desde las instancias financieras internacionales se liberen fondos para que los países empobrecidos puedan salir de la trampa de la pobreza a la que les condena la falta definanciación. Es urgente que, en paralelo a la lucha contra el covid-19, las autoridades atiendan a las necesidades económicas de toda la población. Con urgencia. Porque la gente que vive de la economía informal, los que están en la economía sumergida, la gente que trabaja sin contrato, en la calle, en casas o empresas pero que cobra irregularmente, al igual que mucha gente que poseía como único recurso un trabajo que han perdido, tiene problemas ahora mismo para comer, pagar la renta o el alquiler, la luz, el gas, el agua, el teléfono o internet. Es perentorio que esos servicios básicos se suministren y no puedan ser cortados mientras dure la crisis y las familias puedan recuperarse. De la misma manera, el Estado, especialmente a través de los municipios, debe asegurar alimentación suficiente a toda la población, coordinándose con las redes comunitarias que ya existen o se están poniendo en marcha. Esto afecta especialmente a las mujeres, y aún más en casos de maltrato o de trata y prostitución. Corresponde a las autoridades atender con urgencia las necesidades de estos colectivos especialmente vulnerables. En la misma dirección, es un momento propicio para que los Estados apoyen las iniciativas de economía popular que están dirigidas a solventar necesidades de las poblaciones. La recuperación de una agricultura de proximidad es una respuesta adecuada tanto a los problemas vinculados al covid-19 como a los problemas del cambio climático que no pueden quedar olvidados por culpa dela crisis sanitaria y económica.Es el momento de pensar, y los tiempos están señalando que ha llegado el momento de poner en marcha una renta básica o, al menos, un ingreso mínimo vital para toda la ciudadanía siempre que no se vean afectados derechos adquiridos. La atención a los mayores y a los enfermos y dependientes es aquí un grito urgente. Se trata de garantizar un recurso básico que permita la vida y que debe ponerse en marcha de inmediato. Este ingreso vital, financiado fiscalmente por las rentas más altas, tiene que venir necesariamente acompañado de un impulso público a la industria y al empleo nacionales, reconociendo las nuevas realidades que salgan del confinamiento y la crisis económica subsiguiente: digitalización de la economía, teletrabajo, pérdida de empleos, mayores niveles de explotación, deslocalizaciones y relocalizaciones, concentración empresarial, etc.Los problemas de acceso a bienes básicos, resultado de las explicaciones simples de la globalización que invitaban a deslocalizar la industria nacional, tienen que revertirse, de manera que los países tengan soberanía –o fórmulas de soberanía regional- que garantice asuntos como la alimentación, las medicinas, los insumos sanitarios, la energía, la información digital y los bienes esenciales.Los contornos del mundo que tendremos después de esta crisis serán los que definamos ahora mismo. Después de la crisis no habrá nada que no pongamos en marcha en este momento. Por eso es indispensable aprovechar las grietas que ha abierto la crisis y sumar gracias a la conciencia que genera en tres grandes asuntos: sanidad, educación y cuidados. Se trata de pensar en un nuevo contrato social inclusivo. La creación de una sanidad universal pública puede ser un elemento de consenso. E igualmente promover un desarrollo educativo sostenido en plataformas pedagógicas que superen la brecha digital y ayuden a que los alumnos más rezagados puedan alcanzar el ritmo delos compañeros y compañeras más avanzados. Por último, la crisis ha dejado clara la vulnerabilidad de los seres humanos y la dependencia de los cuidados.Cuidados ejercidos de manera amplia por mujeres. Una tercera pata de este nuevo contrato social tiene que poner la igualdad de género y la responsabilidad social en los cuidados en el corazón del nuevo acuerdo. En estos desarrollos, el trabajo comunitario es determinante.Las nuevas plataformas digitales que se están explorando con la crisis pueden servir para formas futuras de deliberación y decisión. De la misma manera que parece evidente que las fuerzas políticas progresistas deben adaptarse a esta nueva realidad y servir realmente, como partidos-movimiento, que actúen como catalizadores del debate siendo parte de la sociedad civil que facilite la autoorganización social, como articuladores de las políticas públicas que se desarrollen desde las instituciones.Hay que contar con que los mismos que provocaron y se lucraron en la crisis de2008 pretendan hacer lo mismo ahora y que vuelvan a intentar hacerlo desde argumentos técnicos que pretendan despolitizar la economía. Más desempleo y menos prestaciones, peor empleo y más vigilado, más desregulaciones, bajadas de salarios, apertura de fronteras a bienes y servicios, incremento de la deuda, mayor capacidad de presión del sector financiero, rescate de empresas–líneas aéreas, sanidad privada, grandes industrias- con la excusa del empleo.El escenario pesimista incluye cuatro amenazas, algunas de las cuales ya están presentes en los gobiernos crecientemente autoritarios o golpistas, aunque con formalidad electoral, de Bolsonaro en Brasil, Añez en Bolivia, Moreno en Ecuador, Duque en Colombia o Piñera en Chile: una mayor explotación de la naturaleza, donde la crisis económica es una oportunidad, desde la lógica mercantilista neoliberal, para olvidar todos los compromisos contra el cambio climático. Lo mismo vale para incrementar la explotación delas mujeres, limitándoles derechos civiles, imponiéndoles autoritariamente –con violencia o con marcos culturales machistas- la tarea de cuidados mientras, al tiempo, sigan sujetas a una mayor explotación laboral. La violencia contra las mujeres es uno de los resultados terribles y repetidos del confinamiento y se expresarán con toda su crudeza cuando la situación se vaya estabilizando.También los migrantes, especialmente los irregulares, pueden ver empeoradas sus condiciones laborales y de vida. Finalmente, el shock del coronavirus puede servir para un incremento del autoritarismo, del abuso policial, de la amenaza golpista, del paramilitarismo, de la vigilancia tecnológica y de la manipulación mediática que silencien las protestas ante los intentos de salida autoritaria. Vamos a volver a ver agitarse todos los miedos del anticomunismo pasados por la licuadora de unas redes sociales que arrastran a la inteligencia hacia abajo. Frente a ese relato hay que defender la necesidad de protegernos, cuidarnos y reinventarnosPor eso, es momento de profundizar en la consciencia que permita que en nuestros países se firme ese nuevo contrato social basado en la igualdad, la libertad y la fraternidad, sostenidos por una conciencia compartida nacida del diálogo y del respeto a la diferencia. La fragilidad que mostramos ante este contagio no debe echarse al olvido cuando pase la pandemia. Esa solidaridad que nace de la fragilidad, debe convertirse en capacidad de organización popular expresada institucionalmente. La tarea de cuidados, realizada hasta hoy principalmente por mujeres, debe ser reconocida y reinventada para solventar la brecha de género que atraviesa a todas nuestras sociedades. La garantía de atención que solamente da la sanidad pública universal debe pasar a ser un derecho humano incuestionable frente a las razones del beneficio empresarial. La vacuna contra el covid-19 tiene que estar bajo mandato de la Organización Mundial de lasSalud y ser brindada a todo el planeta de manera gratuita. La nueva realidad dela economía digital tiene que encontrar respuestas democráticas que permitan garantías laborales en el teletrabajo y demás fórmulas novedosas. Al mismo tiempo, los datos, como la nueva riqueza, deben formar parte de la propiedad de las personas y de lo común. Y como una obligación creciente, la cooperación internacional debe ocupar el lugar que hoy tiene la confrontación y la competencia. La pandemia vuelve a recordarnos la necesidad de construir una globalización alternativa basada en la solidaridad y el apoyo mutuo. Como es cierto que la principal amenaza en el capitalismo neoliberal son los grupos financieros internacionales, es urgente la creación de bancas públicas nacionales que, a su vez, estén coordinadas en bancas públicas regionales que pueden hacer frente a los chantajes del FMI, de las agencias de rating y de los fondos buitres. Desde esa mancomunidad de deudores deben exigirse moratorias de la deuda, condonaciones de la deuda y la emisión de préstamos a bajos tipos de interés que permitan la recuperación.En definitiva, este diálogo planetario que se ha abierto de manera brutal con la muerte y la vida abre la posibilidad de recibir de vuelta las razones profundas que nos han traído hasta aquí. Esas razones que nos hacen seres humanos y que tienen que ver con la empatía, la cooperación y la fraternidad. Se trata de recordar que todo lo público siempre es la expresión de crisis anteriores que resolvimos ensanchando nuestra humanidad. La necesidad de un escudo social es una reconciliación con la vida y la esperanza. Entendiendo que la vida buena siempre es una vida construida con los demás.

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